domingo, 25 de abril de 2010

LOS TESOROS


Oye, en la casa de al lado hay un tesoro.
Pero si al lado no hay ninguna casa...
Está bien, ¡construiremos una!
¿Cómo es posible que, hoy en día, un hombre inte­ligente no tenga prisa? «¡Levántese, caballero, pues tie­ne grandes cosas que hacer!» Pero cada vez hay que le­vantarse más temprano. Aceleren sus máquinas de ver, de oír, de pensar, de recordar, de imaginar.
¿Quién nos enseñará a «situar» nuestra atención? Hay una altura a partir de la cual todo cambia de velocidad.
En este Universo organizado, inteligible y, por lo demás, condenado, el hombre debería mantenerse en su justo lugar de epifenómeno. Nada de utopías ni de esperanza. El combustible fósil se agotará en unos cuantos siglos, y vendrá el fin por frío y por hambre.
Mientras tanto, algunos espíritus gigantes, fuertemente .contrariados, se arman en secreto, preparando la más formidable revolución de ideas que el hombre «históri­co» haya conocido. Pero por lo pronto, todos los cami­nos están cerrados.
Las puer­tas se abren sobre una realidad distinta. Como en toda gran novela, no hay finalmente ni buenos ni malos y todos los héroes tienen razón si el novelista se ha situado en una dimensión complementaria donde los destinos se encuen­tran y se confunden, elevados todos juntos a un grado superior.
La Tierra está ligada al Universo; el hombre no está solamente en contacto con el planeta que habita. Los rayos cósmicos, la radioastronomía, los trabajos de física teórica, revelan contactos con la totalidad del Cosmos. Ya no vivimos en un mundo cerrado: un es­píritu que sea verdaderamente testigo de su tiempo no puede ignorarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario