sábado, 6 de marzo de 2010

DESAPEGO-AMOR





Un cuento bonito:
Un monje que era muy viajero, se encon­tró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guar­dó en su mochila. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con el sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió. El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marcho lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que le haría rico y le daría seguridad para el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje viajero, lo encontró, le devolvió la joya y le suplico: “Ahora te ruego que me des algo de mucho mas valor que esta valiosa joya. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”
Todos los apegos se han despegado de mis huesos. Si queréis adquirir la verdadera sabiduría, haceos amigo de vuestro esqueleto. Ni apegarse, ni rechazar. Dejad que las cosas vengan y dejar que se marchen.
El amor se basa en la libertad, y, la libertad se pierde en el apego mutuo. Cuanto menos apego más amor.
Somos esclavos de nuestro condicionamiento mental. Eso que parece un deber, en realidad no existe. Solo hay una estructura prefabricada, solidamente encajada en mi cerebro, que me fuerza a dolerme y desesperarme y quedar hecho polvo en algunas ocasiones, así como a regocijarme y entusiasmarme en otras de manera arbitraria. Esa estructura es la que determina mi desesperación o, mi felicidad. Somos esclavos de nuestro condicionamiento mental. Todo sufrimiento viene del cerebro programado. No echéis a nadie la culpa de él ni os echéis la culpa a vosotros mismos. Es solo la maquinaria que lleváis dentro la que esta mal ajustada, y, hay que volver a ajustarla suavemente. Observarla sin cesar. Desenmascarar vuestras falsas ilusiones. Poned todo en tela de juicio. Haced vuestro trabajo. Nadie lo hará por vosotros, y nadie quiere hacerlo por si mismo. Por eso la humanidad continúa sufriendo. Es un trabajo duro que requiere introspección, reflexión, honestidad, tiempo y valor. Y más que nada, perseverancia. No es un trabajo de un día. Las falsas ilusiones han de caer de una en una, y tenemos la bodega tan llena de ellas que llevara tiempo llegar a deshacerse de todas. Cuantas mas y antes las despachéis mucho mejor.
Cuando encontramos que algo nos molesta súbitamente, quiere decir que algún apego, ilusión o condicionamiento ha sido tocado, y por eso duele. Eso nos da la oportunidad de descubrir ese obstáculo, sacarlo a la superficie y desentenderme de el. El sufrimiento moral actúa como el mal físico. Cuando un diente nos duele, nos avisa de que se está formando una caries, y tenemos que visitar al dentista. Si las caries no doliesen nos quedaríamos sin dentadura. Cuando algo duele, en el cuerpo, o en el alma, nos avisa de la presencia de un agente maligno. El dolor lleva a la salud.
El único “gurú” (el pequeño tirano) fiable es la persona que me fastidia, porque es quien nos rebela nuestras propias flaquezas. Alegrémonos pues, cuando sintamos que se levanta en ti un sentimiento doloroso, porque, si le seguimos la pista, nos llevara más cerca de la liberación.
La única manera de tratar con el sufrimiento es haciéndole frente, ahí esta nuestra oportunidad dorada de conocernos a nosotros mismos, de corregir nuestras debilidades, y de mejorar nuestras vidas.
No es de débiles admitir el error cometido, sino un signo que honra con sabiduría al que lo hace.
Cuando el sufrimiento nos cruza (nos sacude), podemos decir que nos hemos resistido a algo. Averiguar a que nos hemos resistido, dará luz y abrirá el camino del avance interior (espiritual).
Nadie actúa por maldad. Aún el terrorista, al poner la bomba que va a matar gente inocente ante el horror del mundo entero, cree con toda su alma que al hacer eso esta cumpliendo con su deber, a veces con riesgo de su propia vida, que esta obrando en servicio de su grupo o de su país, o incluso que le esta “haciendo un favor a dios” La acción más execrable ante la conciencia de toda la humanidad no es tal ante la conciencia del que la ejecuta; incluso puede parecerle a él sinceramente meritoria. “No juzguéis”, mandó Jesús con firme claridad….y nadie le hizo caso. El principio, “Condenar el pecado, no al pecador”, tiene plena vigencia y, urgencia hoy como siempre. En el curso de la vida, hay que enjuiciar inevitablemente acciones y actitudes que nos afectan; pero aún ahí hay que separar cuidadosamente, por una parte, el juicio practico de lo que esa persona representa para mí y, por otra, el juicio moral de lo que ella es en sí.

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