jueves, 9 de junio de 2011

COSAS DE INDIOS




Sobre Tierra y Propiedad

Déjame decirte cómo perdimos la tierra. No era nuestra tierra, como si nos perteneciera. Era la tierra donde cazábamos o donde nuestros ancestros estaban sepultados. Era la tierra que el Creador nos había dado. Era la tierra donde sucedían nuestras historias sagradas. Había lugares sagrados en ella. Nuestras [ceremonias se realizaban aquí. Conocíamos a los animales. Ellos nos conocían a nosotros. Presenciamos el paso de las estaciones en esta tierra. Estaba viva, como nuestros abuelos. Éramos parte de ella. La tierra era parte de nosotros. Nosotros ni siquiera sabíamos lo que era ser propietarios de la tierra. Es como decir que eres propietario de tu abuela. Para nosotros, la tierra estaba viva. Mover una piedra significaba cambiarla. Matar a un animal era quitarle algo a ella. Tenía que haber respeto.

Nosotros no vimos respeto en esa gente. Ellos cortaban los árboles y dejaban a los animales en donde les disparaban. Hacían ruidos fuertes. Parecían salvajes. Su paso era pesado y hacían mucho ruido. Y luego esa gente nueva comenzó a pedirnos la tierra. Querían darnos dinero por la tierra. Nuestra gente no aceptó eso. Entonces esa gente dijo que ya no pertenecíamos aquí. Que había un jefe en Washington, una ciudad muy lejana, y que la tierra era de él, y que él había dicho que esa gente podía vivir aquí y nosotros no.

Pensamos que estaban desquiciados. Esas personas cabalgaban por la tierra y colocaban una bandera, y luego decían que todo, desde donde habían empezado hasta donde ponían la bandera, les pertenecía. Eso es como si alguien disparara una flecha al cielo y dijera que todo el cielo hasta donde llegara la flecha le pertenecía. Nosotros pensamos que esa gente estaba loca. Ellos hablaban de propiedad. Nosotros hablábamos de la tierra.

Tu gente vino de Europa porque querían tener propiedades. Ellos habían trabajado para otras personas que les habían quitado sus propiedades y las cosas que cultivaban. Nunca habían tenido nada porque no tenían propiedades. Eso era lo que más deseaban tener.

Todos ellos pensaban que quien tuviera un pedazo de papel diciendo que era dueño de la tierra podría controlar todo lo que sucediera en ella. La gente vino aquí para conseguir propiedades. Nosotros no sabíamos esto. Ni siquiera sabíamos lo que significaba. Nosotros simplemente le pertenecíamos a la tierra. Ellos querían adueñarse de ella.

Su religión no vino de la tierra. Podían llevarla a todos lados con ustedes. Su religión estaba en una copa y un pedazo de pan que podían llevarse en una caja. Sus sacerdotes podían hacer sagrado cualquier lugar. Y no podían entender que lo que era sagrado para nosotros era el lugar donde estábamos, porque ahí era donde sucedían las cosas sagradas y donde los espíritus nos hablaban.

Tu gente no sabía nada acerca de lo sagrado de la tierra. Ustedes estaban matando a todos los animales. El búfalo había desaparecido. Las aves habían desaparecido. Ustedes no nos permitían cazar. Nos daban mantas y whiskey que enloquecía a nuestra gente. Nos pusieron en pequeños corrales de tierra que eran como pequeñas islas en su gran mar.

Lo peor es que ustedes ni siquiera nos escucharon nunca. Ustedes vinieron a nuestra tierra y nos la quitaron, y ni siquiera nos escucharon cuando les tratamos de explicar. Hicieron promesas y rompieron cada una de ellas. Nos mataron sin quitarnos la vida. Nos mataron al convertir nuestra tierra en pedazos de papel y sacos de harina y mantas, diciéndonos que eso era suficiente. Ustedes nos quitaron los lugares donde los espíritus nos hablaban y nos dieron sacos de harina.

Para nosotros la tierra estaba viva. Ella nos hablaba. Nosotros la llamábamos nuestra madre. Si ella estaba enojada con nosotros, no nos daba alimentos. Si nosotros no compartíamos con los demás, ella nos enviaba inviernos duros o plagas de insectos. Teníamos que hacer cosas buenas por ella y vivir de la manera que ella consideraba apropiada. Ella era la madre de todo lo que habitaba en ella, así que todos eran nuestros hermanos. Los osos, los árboles, las plantas, el búfalo. Todos eran nuestros hermanos y hermanas. Si no los tratábamos bien, nuestra madre se enojaba. Si los tratábamos con respeto y honor, ella se sentía orgullosa.

Para tu gente la tierra no estaba viva. Era algo así como un escenario donde podían construir cosas y hacer que sucedieran cosas. Veían al lodo y los árboles y el agua como cosas importantes, pero no como hermanos y hermanas. Esas cosas existían sólo para ayudar a los humanos a vivir.

Ustedes tomaron la tierra y la convirtieron en propiedades. Ahora nuestra madre está en silencio. Pero nosotros aún intentamos escuchar su voz.

Sobre Guardar Silencio y Hablar

Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras.

Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Ésa es la manera de vivir.

Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.

Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman "resolver un problema". Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.

A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante. De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.

La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.

Existen muchas voces además de las nuestras. Muchas voces.

Sobre las Posesiones

Poseer cosas es muy importante en la vida de la gente blanca. Desde el principio te dicen: "Esto es mío, esto es tuyo", "No toques eso porque no es tuyo". Te dicen que te alejes de las cosas por la posesión, y no por respeto.

En los días de antes, nosotros nunca teníamos cerraduras en nuestras puertas. No existía el robo, pero si alguien tenía hambre, podía entrar a tu casa y tomar comida. ¿Porqué la gente no tomaba las cosas? Por respeto.

Tú rodeas tu patio con rejas y pagas buen dinero a quien mida el terreno para ver si la reja del vecino está una pulgada demasiado cerca de tu casa. No regalas nada a menos que recibas algo a cambio. Todo es económico. ¡Con razón la gente blanca necesita casas tan grandes! No son para habitarlas, sino para almacenar cosas.

Nosotros creíamos que todo era un regalo, y que un buen hombre o una mujer buena compartían esos regalos. La gente buena pensaba que debían dar, y no que debían recibir. No medíamos a la gente como rica o pobre. ¡No sabíamos cómo! Cuando los tiempos eran buenos, todos éramos ricos. Cuando los tiempos eran malos, todos éramos pobres. Medíamos a la gente por cómo compartían.

Las cosas son importantes cuando las necesitamos. Si no las necesitamos, no son importantes. Nuestros ancestros creían que tú eras dueño de algo sólo mientras lo necesitaras. Luego se lo pasabas a alguien más. En nuestra forma de vida, todo tenía su uso y luego regresaba a la tierra. Teníamos tazas y platos de madera, o cosas hechas de barro. Cabalgábamos o caminábamos. Hacíamos cosas de las cosas de la tierra. Después, cuando ya no las necesitábamos, las quemábamos o las dejábamos, y regresaban a la tierra. Ahora ya no podemos hacer eso. Ahora las cosas ya no regresan a la tierra.

Sobre Vender lo Sagrado

Cuando algo es sagrado, no tiene precio. No me importa si se trata de un hombre blanco hablando sobre el cielo, o un indio hablando sobre ceremonias. Si puedes comprarlo, entonces no es sagrado. Y una vez que empiezas a venderlo no importa si tus razones son buenas o no. Estás tomando lo que es sagrado y volviéndolo ordinario.

Los indios no podemos perder lo que es sagrado para nosotros. No nos quedan mucho. Lo que tenemos está en nuestros corazones y en nuestras ceremonias. Ya no tenemos tierra. La vendieron indios falsos convertidos en jefes por la gente blanca. Nuestros objetos sagrados ya no existen. Están coleccionados por antropólogos que los ponen en museos. Y ahora hay indios que están vendiendo nuestras ceremonias para hacer dinero.

Cuando se terminen, lo único que nos quedará será el corazón. Y sin nuestras ceremonias, nuestros corazones no hablarán. Seremos como el hombre blanco que teme pronunciar la palabra "Dios" en alto, y va por ahí tratando de comprar las ceremonias sagradas de otros. Tendremos la misma hambre en nuestro corazón, y el mismo silencio en nuestros labios.

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