viernes, 27 de agosto de 2010

Curación mental.


El hombre ha sido liberado de las labores manuales y ahora es aplastado por la tecnología. La higiene y la sanidad nos han liberado de las grandes plagas que nos aniquilaban hace algunos años, pero ahora hemos sucumbido a la desesperación y las enfermedades nerviosas cuyos efectos son mucho peores que los males puramente físicos. La competencia por tratar de superar los recursos materiales de otros producen una desarmonía en nuestro sistema que es la causa principal de las tensiones que se convierten en desequilibrios mentales, hormonales y circulatorios. Todos estos males son el producto de algunas de nuestras costumbres sociales. Todos estamos de acuerdo en que la loca carrera de la sociedad moderna nos está llevando al borde del precipicio, e incluso a despeñarnos en él. Personalmente creemos que es un precio demasiado alto el que pagamos por tener el confort de que gozamos en nuestra presente civilización, en el “estado del bienestar” como los políticos han dado en llamar a los tiempos actuales para echarse flores. Abusamos tanto de nuestras energías que el daño resultante se manifiesta en forma de enfermedades mentales. Las estadísticas sobre enfermos mentales son alarmantes, un alto porcentaje de personas serán atacadas alguna vez en su vida por un desequilibrio mental. Ante tanta tensión y deseos desorbitados de logros materiales nos pasa desapercibido el hecho de que la naturaleza humana es más vigorosa de los que creemos; que tenemos una fuente inagotable de energía interior a la que debemos recurrir para resistir las presiones que agotan nuestra resistencia mental. Esa resistencia es la cualidad de la energía mental y emocional del hombre, la que parece poseer una gran elasticidad psíquica, siendo la cualidad que nos hace encontrarnos a nosotros mismos y salvarnos de la presión mental y física que nos agobia.¿Vale la pena angustiarnos hoy, acumulando riquezas materiales, para un mañana incierto? No queremos decir con esto que no se deban hacer planes para el futuro, pero es también nuestro deber el ser felices ahora. Hagamos una pausa en esta loca carrera de ambiciones materialistas y reflexionemos sobre el poder creativo con que hemos sido dotados, el cual es capaz de romper las cadenas que nos aprisionan y ponernos sobre el camino que a de llevarnos a la meta de la felicidad que nos hallamos marcado. Demos gracia diariamente a nuestro concepto de Dios, o dicho en otras palabras, a esa Energía Infinita que le da existencia a todo lo que es, y que nosotros llamamos “El Gran Arquitecto del Universo”. Amemos toda la energía que el Creador a puesto en todo lo creado y como seres razonadores, protectores del planeta, hagamos fluir esa energía, ese amor, como salen las ondas de una emisora, onnidirecionalmente, para iluminar todo lo que nuestro Dios ha creado, haciéndolo fluir hacia toda la humanidad pero, teniendo presente que todo en la Tierra está vivo, no sólo el hombre, los animales, los vegetales y los minerales también lo están. A través de cualquiera de ellos podemos contactar con las energías cósmica, para poner un ejemplo; el cristal de cuarzo permite almacenar energías, amplificarlas, transformarlas, focalizarlas y transferirlas, por lo que podemos hacer uso de él en algunos casos. Diariamente y por unos minutos debemos sentir ese fluir de energía y ese amor contemplando la grandeza de todo lo bello que existe, para luego llevar en mente la idea de que dentro de nosotros y de todo ser humano existe una replica de toda esa belleza exterior, la que debemos aplicar, al menos en nuestro entorno, lo que, al igual que el aceite en el agua se irá expandiendo y uniendo a “otros” del mismo carácter, lo que coadyuvará a que la humanidad mejore en ambos planos. Tengamos en cuenta que la Paz en el mundo no vendrá a través del poder o de la posesión del mismo. La Paz se logrará cuando mentes sanas reconozcan el potencial del Amor que hay en ellas y que al tratar de manifestar ese Amor reconozcamos que no es sólo patrimonio nuestro sino, que en cada ser existe ese potencial esperando que escudriñemos en nuestro interior, lo descubramos y lo vertamos indiscriminadamente hacia todos los confines de la Tierra y por extensión al Universo.


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