martes, 27 de abril de 2010

BUDA Y LA MUERTE


En tiempos de Buda, vivía una mujer llamada Kisagotami que acababa de perder a su único hijo. Incapaz de aceptar la muerte de su chaval, esta mujer iba de puerta en puerta todos los días buscando una medicina con la que poder resucitar a su vástago. Por fin, alguien le comentó que el maestro Buda sí que conocía el remedio perfecto. Kisagotami fue a verle y le preguntó, ¿es cierto que sabes hacer una pócima para resucitar a los muertos? pues sí, sí que conozco una fórmula, contestó Buda. Pero primero necesito algunos ingredientes esenciales. Aliviada, la madre preguntó, ¿y cuáles son esos ingredientes que dices que necesitas? tráeme un puñado de semillas de mostaza, contestó Buda. Kisagotami juró que encontraría dichas semillas; mas antes de dejarla partir, Buda añadió, lo único que te pido es que las semillas que me traigas las consigas en una casa donde no haya muerto nunca nadie. La madre accedió a la petición de Buda y fue de casa en casa buscando las semillas de mostaza. Cada vez que llamaba a una puerta, los dueños siempre le ofrecían lo que ella pedía, pero cuando ella preguntaba si en aquel hogar había muerto alguien alguna vez, la respuesta era siempre la misma. Por supuesto que sí, en una casa había muerto una vez una hija, en la otra un criado, y en otras esposos, padres, etc. Kisagotami fue incapaz de encontrar ningúna vivienda inmune a los caprichos de la muerte.
Cuando por fin, un tanto consolada, se dio cuenta de que ella no era la única que había sufrido de aquella manera con la pérdida de un ser querido, regresó a la residencia de Buda quien, con gran compasión, le dijo:
Ya sé que creíste que tú eras la única persona a la que se le había muerto un hijo.

Pero no olvides nunca que la muerte nos enseña a todos que entre las criaturas vivientes no existe lo perpetuo.

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