martes, 23 de febrero de 2010

Si al dividir una circunferencia en partes iguales unimos los puntos de división de dos en dos, de tres en tres, etc. y al cerrarse la poligonal hemos recorrido la circunferencia un número entero de veces, obtenemos un polígono regular estrellado. Puede probarse que para obtener un polígono regular estrellado de n lados (la circunferencia estará dividida en n partes iguales) uniendo las divisiones de a en a, es necesario (y suficiente) que a y n sean primos. Como unir divisiones de a en a es igual que dividirlas de n - a en n - a (es decir de a en a en sentido contrario), se podrán construir polígonos estrellados considerando los números menores que n/2, que sean primos con n.

Pentágono regular estrellado El número primo con 5 menor que 5/2 es 2; podemos construir el pentágono estrellado uniendo las divisiones de dos en dos. Obtenemos de esta forma el más popular de los polígonos estrellados y, posiblemente, el emblema de la escuela pitagórica. En él el número áureo aparece por doquier.

No existen polígonos estrellados de 6 lados, ya que no existe ningún número primo con 6 menor que 6/2.

y como todo poder temían que si caía en manos de personas carentes de una integridad personal, podía dañar en vez de ayudar. Buscaban evitar el abuso de los impuros y proteger sus prácticas. Evitar en definitiva que llegara a las malas personas. Pero, no solo temían a éstas, entendían que también era necesario proteger los enseñamientos secretos de la compresión del vulgo, que también podían usarlos indebidamente.

Este era el lenguaje metafísico por excelencia, pues además tenía otra ventaja, permitía utilizar el pensamiento analógico. Sabían que los símbolos, dada su capacidad mediadora entre el mundo sensible y el intelectual, permitían comunicar un conocimiento a distintos niveles de comprensión al mismo tiempo.

El fin consta en cumplir la Gran Obra: transmutarnos. Cumplir el trabajo Alquímico, el trabajo de transformación interior, algo totalmente vivencial con un tremendo poder.


El hechizo de invierno:

Los más sabios son reconocidos porque son los que menos hablan, y los discípulos de aquéllos aprenden por mimetismo, como los niños, observando lo que hacen sus maestros.

Es la experiencia lo que permite comprender, con el paso de los años, lo que hace el Sabio, pues gradualmente se adquiere la conciencia que permite entender. Si el maestro se adelantara con sus palabras, cometería un grave error, porque su enseñanza no sería interiorizada, el alumno aún no está preparado.

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